sábado, 1 de mayo de 2010

Gitana

Después de un largo periodo de duelo, me siento bien. No sé si es momento de una bisagra, o de un nuevo comienzo, pero estoy segura de que las cosas no suceden por nada. Son frases completamente trilladas. Hay que aferrarse a quiénes nos hacen bien, hay que agarrar esos lindos sentimientos que nos ayudan a salir de la oscuridad.
Yo soy gitana, porque no tengo lugar más que el que yo decido. Soy gitana porque mis sentimientos se deben acomodar al lugar en el que esté. Sin embargo, nunca dejo de ser yo. Soy así, me tomas o me dejas.


miércoles, 7 de abril de 2010

Tristeza infinita

Muchas veces quise ponerme a escribir sin suerte. Muchas otras tuve ganas de tener tiempo, y tampoco pude. Hace instantes, mientras me encontraba revolviendo basura por internet, me acordé de mi blog y la nostalgia me trajo al redactor.
Este año que empezó mal, sigue recordándome en abril que el 2010 está hecho a los tropezones. La verdad es esta: se fue. Sin aviso y con una sola razon que se repite dia a dia para justificar su decisión. Y aunque me diga que me puso señales luminosas, yo nos las vi. Perdón, pero estaba tratando de no tener miedo de que me dejen de nuevo, hasta que me dejó y se unió a mi lista de temores. Y me quedé amando, me quedé sola con todo el dolor, el presente y el pasado.
Hubo que remontar, salir para salir, y lo hice. Pero en algún momento el dolor vuelve, y de mi nunca se fue.
Cuando el se va, se va para siempre. No hay tu tía respecto a su decisión. No hay recuerdos, no hay pasado, y por supuesto tampoco hay futuro. Las relaciones se convierten en una ruleta rusa, se tira del gatillo hasta que sale la bala y lo que haya pasado, ya no importa. Tan así será que es capaz de pasarse meses llorando con tal de no dar el brazo a torcer. Se inventa situaciones y exagera el pasado para convencerse. Mientras de este lado una sigue preguntándose si de verdad era necesario tanto dolor. Su orgullo me lastima.
Ya pasó el momento de esconder fotos, de llorar en cada rincón, de guardar recuerdos, de eliminar sueños compartidos. Ya pasó, pero no pasó nada.
Nunca comprenderé estas situaciones. Mientras tanto sigo en duelo, porque como dije, una se queda pensando qué pasó mientras el otro se convence a fuerza de alcohol que fue la decisión correcta. Todxs sabemos que no es así, el tiempo pasa.
Si estoy ausente, es porque estoy convenciéndome de que el camino sigue.

viernes, 19 de marzo de 2010

Abortos

Contratapa de hoy del diario Crítica de la Argentina. Hay mucho más por decir que lo que verdaderamente se dice. Hay historias que están tan cerca que no se ven. La realidad es ésta ¿Qué van a hacer con eso?



Por Martín Caparrós

Son como niños. Clarinito dijo no no no no quiero no quiero y siguió imaginando que si él no lo decía eso no iba a existir. O, mejor: que, aunque ya lo hubiera dicho, si dejaba de decirlo desaparecería. Y Nacionita lo agarró de la mano y le dijo no no no yo tampoco quiero, e imaginó lo mismo. Después se fueron a dar una vuelta por el barrio: se les había ocurrido vender limonada en la puerta del jardín, y que si le ponían mucha agua iban a ganar más y, ya que estaban, empezaron a hablar mal de la maestra jardinera: maestra caca culo pis, maestra putiquina tontonera botoxa caradú, maestra puaj más puaj. Y al final se fueron tan contentos, convencidos de que, con su silencio, habían borrado aquel asunto que los preocupaba.

Pero los niños son, además de perversos malvaditos, un poco torpes todavía: Nito y Nita dejaron muchos rastros, chorreaban por todos los costados. Y entonces algunos chicos de la salita rosa pudimos ver los esfuerzos que hacían para que nadie se enterara de que allá afuera, en el mundo, los grandes hablaban del aborto.

El aborto es un tema que irrita a mucha gente –y, más que nada, a gente con sotana: si los obispos parieran, el aborto sería sacramento, decía una amiga mía. Los mismos que soportan muy bien que haya chicos que se mueran de hambre o se maten de paco o agonicen de sida con tal de que no usen forros, no toleran que una mujer decida interrumpir un embarazo –porque es, dicen, un asesinato. La discusión entre morales podría llevar horas y no llevaría a ningún acuerdo. Pero más allá de las posturas que cada quien defienda, hay una realidad: más de mil mujeres abortan cada día en la Argentina y la gran mayoría lo hace en condiciones muy precarias –sin médico, sin asepsia, sin ninguna garantía. Por eso cada día se muere una mujer por un aborto mal hecho, y por eso –entre otras razones– hay mucha gente que pide que se legalice: porque hay pocos ejemplos más brutales de la desigualdad social. Una argentina de clase media o alta puede hacerse un aborto privado y clandestino con riesgos muy mínimos; una argentina de clase baja que decide abortar arriesga su vida. Legalizarlo e incluirlo en los programas de salud pública es la única forma de reparar esa injusticia. Y sería, incluso, útil para el sistema sanitario: cada día, casi doscientas mujeres llegan a hospitales públicos para paliar las consecuencias de un aborto mal hecho –y ocupan recursos que se podrían usar en otras cosas.

Pero los políticos argentinos temen pelearse con la iglesia romana, y nuestra presidenta mujer y progresista dijo cada vez que pudo que estaba en contra del aborto y, en cuanto asumió, echó al non sancto Ginés; enseguida su primera ministra de Salud, mujer y progresista Ocaña, dijo que el aborto era “un tema de política criminal, no materia de mi ministerio”. Es pura hipocresía: si realmente están en contra del aborto, deberían perseguirlo en todos los casos: castigar, por ejemplo, a los médicos que lo practican en consultorios coquetos de los barrios finos. Pero si no lo hacen, el Estado debe garantizar que todas las mujeres tengan las mismas chances.

Este martes, 250 organizaciones sociales y 35 diputadas y diputados presentaron de nuevo en el Congreso el proyecto de ley por un aborto legal, seguro y gratuito, bajo la consigna ya clásica: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Pero algo había pasado: hace tres años, cuando las mismas empecinadas militantes presentaron un proyecto semejante, el apoyo fue mucho menor. “Este año parecía que ninguno se quería quedar afuera”, me dijo una de ellas, “y siguen sumándose”. Esa suma ya era un hecho político en sí mismo, una noticia: que se juntaran legisladores del Frente por la Victoria y la Coalición Cívica, el socialismo y el Peronismo Federal, el Proyecto Sur y la UCR, el Nuevo Encuentro y el GEN –y ninguno del PRO, válgame Dios– para compartir una mesa y una idea es un hecho raro en la política argentina, que merece ser contado, analizado. Pero nuestros grandes medios no lo tienen muy claro –o, quién sabe, tienen claro cuestiones más oscuras.

Porque Nito y Nita se enfurruñaron y pensaron que, una vez más, si no lo decían no iba a existir –y pusieron manos a la obra. Nita es más astuta: el proyecto de aborto legal no aparecía en las páginas visibles de lanacion.com pero, si uno buscaba mucho, al final lo encontraba. Lo mismo pasaba en su edición de papel: la noticia, mezclada con una más vieja para sacarle fuerza –“Aborto y matrimonio gay, en el Congreso”– estaba en la última página de Información General, después de “La increíble muerte del hijo de Grimau”, “Un preso por el crimen de Mar del Plata” y “Confirman la absolución de un acusado de violar a una joven” –temas, sin duda, mucho más importantes. La noticia no sólo estaba escondida: juntar un proyecto de ley presentado por 35 congresistas con los crímenes del día es una opinión tácita y contundente. Pero el método fue casi versallesco al lado de lo que hizo Nito.

Que desapareció la noticia de sus ediciones. El martes a las 17.34, clarin. com publicó una información bajo la placa de último momento: “Reflotan en el Congreso un proyecto de ley para legalizar el aborto”, decía el título y, más abajo, “La iniciativa, impulsada por 33 diputados, plantea que toda mujer tiene derecho a interrumpir el embarazo durante las primeras doce semanas de gestación o, fuera de ese período, en casos de violación, riesgo de vida o malformaciones fetales graves”. Después venía una larga nota, llena de detalles (http://www.clarin.com/diario/2010/03/16/um/m-02160714.htm). Al día siguiente, la noticia ya no estaba en la web ni en el papel.

Por ahora –por fortuna– la prensa por internet sufre menos controles que las otras: un periodista consigue una información, la redacta y la manda a un editor que la cuelga apurado en la red, porque hay que salir antes que los demás. En un diario de papel, en cambio, hay tiempo para cabildeos y consultas, y cada página pasa por varias miradas antes de ir a la imprenta. Este miércoles, en la edición de Clarín, donde la información del parlamento –DNUs, Marcó del Pont, impuesto al cheque– era central, no había una palabra sobre el tema del aborto legal. Un medio tiene derecho a elegir qué considera noticia. Lo curioso es que Clarín primero consideró que esto lo era, y después se arrepintió. Tan interesante les había parecido al principio que, el mismo martes, le dedicaron su encuesta online del día. A alguien se le debía haber ocurrido averiguar qué pensaban sus lectores; la idea era buena, y el tema convocó bastante más que lo habitual: hacia las siete de la tarde ya había 7226 personas (76,1 %) que estaban “de acuerdo con que el Congreso discutiera el aborto”; otras 2373 (23,9 %) pensaban que no. A veces, la sociedad argentina es un poco menos reaccionaria que sus líderes.

Hasta que a algún jefe de Clarín se le debe haber ocurrido que eso que sus lectores decían no terminaba de gustarle, y lo borró del mapa: el miércoles a la mañana quise chequear cómo seguía la encuesta y me sorprendió no encontrarla en la home de clarin.com. Abrí, entonces, la ventana donde se guardan todas las encuestas anteriores: la encuesta sobre el aborto había desaparecido. Cualquiera puede ver que existió: no hay manera de abrirla desde ninguna página, pero si uno tiene la dirección original todavía la encuentra en http://www.servicios.clarin.com/encuestas/votar.jsp?encId=9239 –porque, en la web, como en los buenos thrillers, siempre queda algún rastro. Después, cualquiera puede entrar en la ventana Encuestas Anteriores –que muestra todas las que hicieron en los últimos meses– y ver que la encuesta del martes 16 sobre el aborto que acaba de mirar era un espejismo: allí, entre la del lunes 15 –“¿Alguna vez se encontró personalmente con alguien que conoció en la web?”– y la del miércoles 17 –“¿A qué equipo ver mejor parado para el Superclásico del domingo?”– no hay nada, nada de nada, el vacío más perfecto. O sea: que Clarín se censuró a sí mismo. En la mejor tradición estalinista, borraron de la foto lo que no les gustaba: las miles de personas que les habían dicho que estaban por el debate no existían. ¡Personas, quién dijo personas? ¿Debate, quién dijo debate? ¿Aborto, quién dijo aborto? No, aborto no, no hay, no existe, si alguien dijo que existe estaba equivocado. ¿Que fui yo el que lo dije? Pero no, señorita, estará confundida.

Son como niños; nosotros, sus juguetes. Es levemente aterrador u, ojalá, solamente patético.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La mirada de los otros

En una reunión de trabajo en la que hoy me tocó estar, recordé que muchas de las acciones que realizamos a diario pueden estar conectadas con las de alguien completamente diferente, ser extremadamente distintas, y sin embargo llegar al corazón de una misma forma.

Cuando caminamos por las calles de nuestra ciudad, sobre todo si es gigante como Buenos Aires, nos cruzamos con miles de personas desconocidas. Cada una, sin embargo, tiene una historia que contar, una anécdota graciosa, una pérdida, un enojo, un gesto solidario y por lo menos dos egoístas. No vemos cada historia, porque de hecho es imposible escuchar cada relato, la vida no alcanzaría para recolectar y administrar tanta información. Pero se trata de observar, con eso alcanza ¿Alguna vez se sentaron en el banco de una plaza a contemplar a la gente que transita por ahí? Si lo hicieron, sabrán a qué me refiero. Se trata de observar, mirar minuciosamente cada detalle. Para quien no maneja esta herramienta con virtuosismo es difícil seleccionar la información, pero se hace más llevadero con la práctica ¿Qué caracteriza a esta persona? Su forma de hablar, de caminar, la ropa, los colores, el peinado, pero por sobre todo, la mirada. Dos minúsculos reflejos que nos dicen todo, incluso más que todo lo demás.

Las miradas perdidas, atentas, empantanadas de miedo, sobrepasadas de alegría, húmedas al límite del llanto, volátiles y soñadoras, colmadas de ternura, enmariposadas de amor. Todas ellas esconden historias. Mi vocación me enseña día a día que saber observar es lo más valioso, justamente por el hecho de que hay historias para contar en todos lados, lo importante es saber usar el tamiz de información. Yo elijo contar mi historia, y elijo qué contar y qué no. Quienes me conocen saben que de mi vida hay mucho más que decir, que lo que aquí escribo. Seguramente habrá alguien dispuesto a escuchar mi historia, y estoy muy segura de que no será en vano.

lunes, 8 de marzo de 2010

Domingo por San Telmo









martes, 23 de febrero de 2010

Tiramisú de Pomelo

Estaba mirando videos de Joaquín Sabina, sí, hoy es un día de reflexión, y cuando llegué a este, noté que en el minuto 1.05 en una de las paredes parece decir "Pame". Casi como un llamado, una premonición, me habían hecho escuchar esta canción cuando se estrenó y festejé mi último cumple con tiramisú.
Seguramente dice otra cosa, pero no logro ver qué. Mientras tanto me conformo con pensar que me dedicaron esta canción.


Vida rosa, sueños binarios, cuerpo irreal



Desde su primer prototipo -en el que representó un cuestionable modelo de adolescente- hasta la actualidad, la muñeca Barbie ha sido la inspiración de millones de mujeres y niñas alrededor del mundo. Sin embargo, este juguete genera reacciones opuestas: por un lado están quienes la consideran una influencia negativa por el estereotipo que representa y por sus proporciones corporales irreales, y por otro quienes ven en sus versiones un avance respecto al papel de la mujer en el ámbito profesional.

Publicado en
Urban@s en Red

Mientras el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, critica a mansalva el uso de la Play Station y la Barbie por considerarlos “una cosa que envenena la mente de los niños”, la muñeca sigue liderando el ranking mundial en su especie. Se venden dos Barbies por segundo en alguna de los más de 150 países donde se comercializa.

Desde su lanzamiento en 1959 hasta el momento, cuenta con 125 versiones que van desde hobbies hasta profesiones. La última elegida, que será lanzada en los próximos meses, es la “Barbie Ingeniera en Informática”, una carrera generalmente pensada para varones.
Mattel, la empresa fabricante, destacó en un comunicado que ha adoptado un nuevo método para seleccionar las nuevas profesiones de Barbie: sometió a consulta abierta a sus seguidores en Twitter y Facebook. Este nuevo procedimiento deja al descubierto las necesidades de miles de mujeres que buscan la igualdad en todos los ámbitos.
“Barbie Ingeniera en Informática le mostrará a las niñas que las mujeres pueden convertir las ideas en realidad y tener un impacto positivo en la vida cotidiana de la gente”, destaca Nora Lin, de la Sociedad de Mujeres Ingenieras de Estados Unidos (Society Of Women Engineers – SWE) en un comunicado de prensa. El objetivo es que las futuras generaciones de mujeres exploren aún más el mundo de las nuevas tecnologías, espacio ocupado generalmente por hombres, y se conviertan en lideresas.
Claudia Mauri, que lleva adelante la campaña “La discriminación no es un juego” sobre juguetes sexistas, destaca empero que “se trata de un tibio avance, que más se parece a un artificio publicista”. Y cuestiona, entre otras cosas, las proporciones irreales de la muñeca respecto a una mujer real. Tal es así que recién en el año 2000 se le incorporó el ombligo…
Algunas críticas sugieren que el cuerpo de Barbie carece de la masa grasa necesaria para menstruar y concebir. También que estas proporciones irreales, largo cuello, grandes pechos, alta estatura y estrecha cintura, no las pueden asemejar ni las modelos, ni se conseguirían con cirugía estética.
Lo más grave es que esta inquietud y el deseo por ser delgadas, se ha extendido a edades tempranas, en donde muchas niñas (a partir de los 6 años), que deberían preocuparse más por jugar, se preocupan por su figura, siendo éste un fuerte factor que conlleva más tarde al desarrollo de bulimia y/o anorexia. En investigaciones realizadas en la Universidad Flinders, se encontró que la mayoría de las niñas entre 6 y 7 años, expresan su deseo de ser flacas y ya conocen lo que significa una “dieta”, lo que puede poner en grave riesgo su salud, ya que indican que están dispuestas a seguirlas con tal de no engordar.
“Estas figuras ultradelgadas provocan que las niñas ya no estén tan satisfechas con su propio cuerpo”, señala otro estudio de la Universidad de Sussex.
Protesta a la mexicana
Una de las protestas más originales contra lo que Barbie representa, tuvo como escenario la Alameda Central del Distrito Federal de México, donde el año pasado, con el apoyo del Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Nacional de México, el Museo Universitario y el Antimuseo, se presentó la muestra “Barbie Alterada”.
Una serie de muñecas mutiladas, crucificadas sobre una escoba, con sobrepeso, enjauladas, vomitando (foto), congeladas dentro de un bloque de hielo y hasta vestidas de tehuanas, fueron algunas de las obras exhibidas, llamando la atención de decenas de transeúntes.
La exposición estuvo instalada sobre una especie de carrito, proyecto de origen español promovido por Antimuseo, un centro portátil de arte contemporáneo cuyo objetivo es sacar de las cuatro paredes una exposición y volverla móvil, para tomar las calles con el arte. Las muñecas, invitaban a reflexionar “y convertir al público en un sujeto más pensativo en busca de su identidad”, según la organización.
También la crítica pretendía replantear temas como el sobrecargo de trabajo femenino, la violencia de género y el crecimiento de los feminicidios.
Eternamente joven… y rosa
Sin embargo esta muñeca eternamente joven, es un estereotipo de mujer que todavía hoy se mantiene: un cuerpo completamente estilizado, un marido modelo, hijos, la casa, el auto, la estabilidad financiera y emocional. Pero ese paquete está lejos de parecerse a la realidad. “Además, en Europa ha surgido una campaña contra la rosificación, es decir el empleo del color rosa para identificar a las niñas, por ser un color que representa la debilidad, el amor romántico y la extrema sensibilidad”, agrega Mauri.
El tono “rosa chicle” se relaciona inmediatamente con una Barbie, ya que es usado en cada producto de su línea. La Barbie Ingeniera en Informática no escapa a esa “rosa realidad”, agregando a su atuendo anteojos, vestimenta y accesorios de ese color.
Pese a todo, todavía la muñeca Barbie representa esa vida en apariencia perfecta e inalcanzable. Es la pesadilla de millones de adolescentes que soñaron ser como ella de chicas. Hoy se encuentra en el mercado un enorme abanico de productos de la línea, que van desde los juguetes, vestimenta, accesorios, hasta productos informáticos, que son consumidos por al menos tres generaciones de mujeres.

jueves, 18 de febrero de 2010

La patilarga

Estoy segura de que cuando llegué ella ya estaba ahí. Flaca, morocha y de piernas largas. Cuando pasé por la puerta y me acomodé al costado del salón todavía ignoraba su presencia. Mi cabeza estaba sumergida en otros pensamientos. Luego de diez minutos, y con el aula llena, llegó la profesora. Siempre tan blanca, siempre tan calma. Me pregunto cómo hará, si alguna vez le sale la verborragia de adentro o si siempre enfrenta todo con las palmas unidas y la cabeza agacha seduciendo a los dedos gordos de sus manos.

La clase fue igual que la anterior, tres “om” y se supone que una ya se encuentra conectada con su interior. Visualizar el cuerpo desde adentro como pide la profesora es para mi una ardua tarea. Me cuesta horrores concentrarme en algo, no puedo escapar a mis pensamientos. De los pies hacia la cabeza, al menos 5 minutos de concentración y se cierra la conexión con el cuerpo. Tal vez esté haciendo algo mal, pero juro que no puedo. Lo intento, pero no puedo.

Cuando llegó el momento de relajar la cabeza y mirar para un lado y para el otro repetitivamente la vi. Ahí se me fue lo poco de concentración que había logrado. Estoy segura de que me miraba, ella sabe que no me gusta que aparezca. Cada vez que volvía para su lado, seguía igual, inmutada. Si hubiera podido verle la cara, apuesto a que se estaba riendo de mi. Mientras se mantuviera quieta, podía seguir con la clase casi sin problemas.

¡Pero se tenía que mover nomás! Un poquito, después otro poquito, y un poco más. Se movía y yo ya ni me acordaba de que estaba en una clase de yoga. Buscaba la mirada cómplice de alguno de mis compañeros pero estaban todos mirando su propio cuerpo. Claro, es fácil cuando no tenés una patilarga haciéndote morisquetas.

Por suerte decidió que yo ya no era un buen blanco, se aburrió de mi y se fue. Caminó hacia la profesora, pero ahora era yo la que no le quitaba los ojos de encima, me quería asegurar de que se fuera para no volver más. En medio de una de las contorsiones en las que hay que llevar la mirada hacia atrás, la profesora la vio. Creo que abrió los ojos tanto como los tengo yo normalmente. Siempre dijeron que tengo ojos grandes, y es cierto. Menos mal que mi cara acompaña, sino me vería muy desproporcionada. Igual ahora me están fallando un poco y necesito anteojos para ver de lejos. La profesora me miró a mi, y yo le lancé mi mirada que dice “ya estaba al tanto”. Esa que levanta las cejas, abre los ojos y achina la boca. Tenía que ser la líder del grupo, después de eso disimuló bien que la tenía atrás.

Seguimos con la clase y yo no le quitaba los ojos de encima a la muy turra. A esa distancia ya no podía ver si era ella o una marca en la pared. Pensaba en que el ventilador podía cruzársele por el camino y devolverla directo a una parte de mi cuerpo. Debía estar atenta a ese momento. Pero no, se quedó atrás de la profesora, sentada sobre el marco de la puerta. Me miraba, lo sentía. Pero se quedó ahí, hasta que terminamos la clase. Después del “om” final me quedé con las ganas de decirle a la profesora: “por favor, otra vez arañas no”.

sábado, 13 de febrero de 2010

Un flechazo contra San Valentín

San Valentín y las publicidades acerca del día marketinero de los enamorados me tiene hasta la coronilla. En esta entrevista publicada ayer por el suplemento Las 12 de Página/12, las autoras del libro Te pido un taxi dan una visión distinta de las costumbres prehistóricas y las modernas del amor y las relaciones. Tengo ganas de leerlo.



Por Laura Peker

El libro Te pido un taxi es una radiografía de un segmento de la amorosidad actual de mujeres urbanas, profesionales y treintañeras, escrita por Fernanda Nicolini y Mercedes Halfon, que más que buscar un happy end con la chica vestida de blanco revaloriza la amistad y las redes entre mujeres. Ellas, además, denuestan a San Valentín, no sólo por ser una festividad marketinera e importada, sino porque sienten que “está hecha para hacer sentir mal” y creen que en ese combo también está el sexo vendido como consumo.


Los sombreros de brujas –mal reconocidas como malditas, cuando fueron sabias, y no sabemos si tuvieron verrugas o la historia necesitó afearlas para tapar su ancestral sabiduría– se escapan de los negocios porteños en Halloween. También en San Patricio el Bajo porteño se disfraza de Irlanda para llenar de cerveza la pantalla del noticiero que muestra a chicos y chicas con la boca abierta, para que la señora de su casa diga “la juventud está perdida” y la imagen de la mañana siguiente con botellas y alguno que se olvidó la dirección de su casa tirado por la calle le den el sí a su propia razón. En el nuevo calendario de fechas importadas, San Valentín no es la única fiesta del marketing ajeno, pero es una patada ahí, donde todo cala: sí, en los corazones que se reproducen como conejos y encima están flechados –como si el flechazo, a esta altura, no fuera un símbolo, al menos, demodé de la victoria de la cruzada de Cupido sobre el cuerpo femenino– en cada vidriera, negocio, sex shop o restaurante que invita a los enamorados –que los hay, los hay– pero, igual que en las fiestas de fin de año, nadie dice que no haya familias, pero sí que el ritual del chin chin les duele más a los/las que conviven con un duelo o diversos desamparos que a los/las que se empachan de vithel toné y listo. Pero no terminamos de sacarnos el arbolito de Navidad del living (¿del amor?) que ya viene el tren de corazones no sólo para importar un negocio, encima, para aumentar otro: el de las que se sienten frágiles, abandonadas, solas, descolgadas, insatisfechas o incompletas por no tener un chocolate para morder en otra boca en el tan acorazado 14 de febrero.

“San Valentín es una fiesta para hacer sentir mal, no para hacer sentir bien”, deshace Fernanda Nicolini el rojo furioso con el que iluminan las vidrieras febriles de verano y Mercedes Halfon no destila más ingenuidad: “Para hacerte sentir mal cuando estás soltera”. Las dos hablan como escriben, juntas, aunque sean tan distintas como el clásico de la rubia –Fernanda– y la morocha –Mercedes– y Fernanda apunte a un cinismo que resguarda su solidaridad no ostentosa y Mercedes acumule en un cuerpo chiquito de chica pin-up ideas que alejan a la cultura de la crueldad y, tal vez por eso, se animan –con todas sus iniciativas de periodistas de oficio y poetas subterráneas– a hablar de eso que otras chicas cultas quisieran sacarse de encima, como una marquesina que puede ligarlas a un lugar común, tan común como comúnmente sucede: el amor, el desamor, el fracaso, el desencuentro. Pero, por sobre todas las cosas, como dijo el escritor Pedro Mairal, al presentar el libro Te pido un taxi, de Editorial Plaza&Janés, la revalorización de la amistad femenina.

Como la de ellas, simbióticas, opuestas, complementarias, compañeras. Eso: compañeras. Mercedes y Fernanda tienen 30 años. Mercedes escribe en Radar –de Página/12–, ganó el Premio Estímulo de Periodismo de TEA y publicó el libro de poesías Dormir con lo puesto. Fernanda es redactora del diario Crítica y también tiene un libro de poesías: Ruta 2. Las dos –juntas– hacen el blog autobombo.blogspot.com y las dos escribieron –entre Lobos, Buenos Aires, bares, departamentos y Mar del Plata– Te pido un taxi, un libro que describe más allá de dos historias –como las de ellas– una radiografía de la compleja trama de la amorosidad contemporánea. Y las dos se animan a derribar mitos. “San Valentín es una gran confusión”, destruye Mercedes. “En realidad, un poeta escribió algo sobre un casamiento y se lo dedicó a San Valentín. Por eso piensan que es el santo del amor, pero no había ni casado a nadie, es una confusión”, revela Mercedes. Y gritan con Fernanda: “¡Por eso nosotras queremos reivindicar a San Antonio, que es el santo del amor de acá!”.

Fernanda: –El amor y la pareja es lo más íntimo que tenés en tu vida. Vos podés llegar a festejar por tu aniversario. Es un contrasentido que tengas que festejar en público y a nivel masivo algo que es totalmente íntimo. Es una lógica publicitaria: masifiquemos el consumo del amor. ¿Cómo es el amor? Un corazón de peluche. Y no hay cosa que atente más contra el amor que estandarizarlo.

–¿Y el peluche atenta contra el amor?

Fernanda: –No sólo atenta contra el amor, sino que es una idea del amor adolescente. Es un amor aprendido del cine y la literatura. Es una idea de amor, no es un amor de construcción y de práctica. Y la publicidad de San Valentín trabaja con eso: con lo aspiracional, algo que querés tener y no podés.

Mercedes: –Los enamorados están enamorados: son una unidad mínima. Hacer de eso una festividad nacional es hacer de eso una apariencia, mostrar que tenés alguien para ir a comer a un lugar...

–Es como el exhibicionismo –que simboliza Ricardo Fort– de mostrar más que de ser...

Fernanda: –Sí, la ostentación de “yo tengo algo que vos no tenés” porque los que lo tienen no necesitan salir a mostrar nada. Es muy violento para las solteras o los solteros –que no es una enfermedad– estar exhibiendo el amor como mercancía.

–¿Y esa frustración es más fuerte en las mujeres que –visible o sutilmente– tienen el mandato de conseguirse un novio?

Fernanda: –Sí, cualquier cosa que te genere frustración te tira para abajo.

–¿Qué simboliza en el imaginario amoroso actual Te pido un taxi?

Fernanda: –Una amiga tiró “Te pido un taxi” y todas dijimos “sííííí”. Y a partir del título, que era un lugar común que resumía la frustración y el fracaso, se generó el punto de vista de la novela. Una mujer moderna puede decir “Te pido un taxi” imperativamente. Además, es la frase que clausura cualquier posibilidad. Si una hora antes existía alguna posibilidad de amor, sexo, cualquier cosa, “Te pido un taxi” define que después de eso no hay nada más. Es la frase que clausura: hasta acá llegamos.

–¿En qué lugar se ubican ustedes en la amorosidad actual, donde hay libertad pero también mucha vergüenza de sentirse identificadas, en algunos momentos de la vida, con esas chicas que quieren una relación y sienten que los varones se volvieron fóbicos?

Fernanda: –En principio, queríamos que la novela no fuera una típica comedia romántica o literatura de chicas como Bridget Jones o Sex and The City.

Mercedes: –Nosotras veíamos que esta literatura o los blogs no se diferencian mucho de la literatura del siglo XIX, donde, para todos los sinsabores que pasa la mujer, está la píldora salvadora que es el amor cuando aparece el chico indicado. Y cuando la mujer tiene a su bebé siente que todos sus problemas se terminaron. Incluso, las que supuestamente son más críticas, como Bridget Jones, también terminan con sus problemas cuando encuentran al chico al que no le molesta que ella sea gorda.

–¿Se retoma la idea anterior a la liberación femenina, de que no hay realización posible sin un hombre al lado?

Mercedes: Como que, al fin y al cabo, todo se cuenta de la misma manera que en el siglo XIX. Por eso, nosotras nos propusimos ser sinceras con lo que nos pasa alrededor, pero no hacer el final que ella se enamora y se casa.

Fernanda: –Obviamente la posibilidad de enamorarse y tener una pareja estable está todo el tiempo presente en la novela, pero no como la fórmula salvadora. Hay un personaje (Julia) que no está buscando el amor, sino que lo redefine a partir de un fracaso y eso nos parece mucho más real. Y el otro personaje (Bárbara) tiene muchos hombres pero ninguno le termina de cerrar, pero no es porque ella es fea o gorda o los típicos estereotipos de que la mujer no llena los casilleros de la belleza actual. Su insatisfacción es no encontrar al tipo.

–¿Ustedes creen que esta insatisfacción es porque en Argentina hay un mandato social de casarse y tener hijos que sigue presionando a las mujeres? ¿O porque realmente el amor en esta época es más esquivo y eso duele?

Fernanda: –Hoy, entre los veinte y los treinta, hay una licencia social para que estés a la par del varón: estudies, trabajes, pruebes muchos hombres, muestres tu potencia. Pero a los treinta ya tenés que tener certezas: no podés seguir probando con este o con otro y empieza, indefectiblemente, el reloj biológico. En cambio a un tipo que tiene entre treinta y cuarenta no se le exige una estabilidad emocional. Ellos pueden seguir pensando que “algo mejor está por venir”.

Mercedes: –Hay diferencias biológicas, culturales, sociales y familiares que se arrastran de siglos. Y siempre hubo literatura femenina, pero en todos los géneros se puede hacer algo bueno. Orgullo y prejuicio, de Jean Austen, habla todo el tiempo del casamiento y es increíble por un montón de cosas.

Fernanda: –Yo creo que lo interesante es encontrar la narratividad de un discurso particular de la mujer y no sé si para el hombre es igual. Vos conocés a un chico y podés estar cuatro horas contándole a una amiga ese encuentro. Hay una mirada femenina del detalle y los matices, de una observación muy aguda de las conductas humanas, que es muy potente a nivel narrativo.

–En el libro aparece la palabra “chongo”, que marca una categoría que no es ni de sexo casual ni de un novio. ¿Por qué se incluye una definición que viene del mundo gay al universo femenino?

Fernanda: –Es verdad que la palabra “chongo” viene del mundo gay y no sé bien por qué, pero tiendo a pensar que el mundo gay tiene más libertad en los vínculos y las mujeres, para poder tener este tipo de relaciones, tuvimos que importar esa palabra porque no se nos permitía tener una palabra propia. Un pibe dice “Tengo una minita”. Pero si una chica dice “Tengo un tipo”, parece que tenés un tipo que te mantiene. Es bastante sintomático tener que importar una palabra.

–¿Qué pasa con la sexualidad actual, donde están promovidos los juguetes, la performance y donde venden hebillas hay un sector de sex shop para estimular la pasión?

Fernanda: –¡Qué aburrido! ¿Viste cuando te dicen el sexo en el ascensor, el sexo en la cocina? ¿Por qué? ¡Si no hay nada más cómodo que tener sexo en la cama! Yo creo que el sexo también está valorizado como consumo.

Mercedes: –El sexo fugaz, para mí, atenta contra el buen sexo.

Fernanda: –No hay por qué censurar situaciones de sexo fugaz. Hay que tener la libertad de elegir tener sexo sin comprometerse, pero también hay que tener la valentía de decir “No hay nada mejor que el sexo con amor”, sin que se entienda como algo conservador. Es una elección.

jueves, 11 de febrero de 2010

Permiso, Principiante Pasando


Y sí, saqué el registro. Casi aniquilo el crédito del celular para avisarle a todo el mundo. Estoy feliz!!!

Pamela, Pipia, Pomelo

Y si no nos conocen por eso ¿Qué me importa?

Copio abajo una noticia que publicó Clarín en último momento. Creo que circunscribir el conocimiento de la pareja a nimiedades como cumpleaños, el nombre de la mejor amiga, color favorito y cosas por el estilo es un error enorme. No voy a negar que a mi, particularmente, me rompería mucho los ovarios que me novio no se acordara del día de mi cumpleaños, pero con el tiempo uno aprende que hay cosas más importantes que esas.

Estar en pareja implica un esfuerzo mutuo diario y saber de qué color son mis ojos no cambia lo que pueda suceder. Tener un compañero o compañera requiere de atención, de escucha, de comprensión, y principalmente, de lo que el mismo nombre dice....compañía. Sin embargo uno/a puede estar acompañado/a y sentirse solo/a.

No sentirse parte de la vida del otro, no sentir que el otro se involucra en nuestra propia vida, lleva a las parejas al fracaso.

Repito, prefiero que miren más allá de mis ojos sin prestarle atención al color, a que sepan qué tenía puesto en la primera cita.



Muchos hombres conocen poco y nada a sus esposas

Ignoran datos como el color de ojos, el día del cumpleaños y su cargo en el trabajo.
Clarín último momento

"Estamos casados desde hace cuarenta años y mi marido todas las mañanas me pregunta si quiero café. Qué amable, pensará usted. Pero es una pena que yo no pueda tomarlo porque me da dolor de estómago". Por más que las parejas se sienten todos los días delante de la misma mesa para desayunar, almorzar y cenar, los hombres parecen no saber nada de sus compañeras.
Tal como indica el "Daily Mail", según un estudio realizado, millones de ingleses no conocen a su pareja y no saben decir ni qué color de ojos tienen ellas. Esta completa falta de atención de parte de ellos es, de hecho, uno de los motivos que conducen con el tiempo a la inevitable ruptura de la pareja. Un sondeo a dos mil hombres realizado en el interior de algunos comercios de Londres, como por ejemplo perfumerías, reveló, de hecho, que el 12% no sabe el color de ojos de su amada, que el 10% ignora el día de su cumpleaños y que cerca del 18% no tiene ni idea cuál es el color natural de su cabello. Además, uno de cada tres no está en condiciones de decir cuál es su perfume favorito. Muchos tienen también graves problemas con el talle y, algo más grave aún, no saben exactamente cuál es su cargo en el trabajo o el nombre de su mejor amiga. Esta "ignorancia" causa a los hombres no pocos problemas, sobre todo cuando se traga de hacer regalos. Los investigadores vieron que al menos el 27 por ciento de los novios había comprado vestidos de un talle equivocado. De todos modos, la mayoría de ellos admitió que las mujeres prestan más atención a los detalles. Según la especialista en Relaciones, Francine Kaye, eso que para una mujer es importante, puede ser poco relevante para un hombre.Kaye agregó al respecto: "Si queremos que se acuerden de determinados detalles, es preciso recordárselos. Con los hombres no es necesario usar subtítulos. Hay que decir siempre las cosas de modo claro. Si queremos, por ejemplo, algo para el Día de San Valentín, debemos decirlo".

miércoles, 10 de febrero de 2010

Linda!



Desde hace poco más de dos años comencé a subir de peso. Obviamente no fue planeado porque tampoco lo necesitaba por una cuestión de salud, más bien debía bajar un poquito. Pero el invierno del 2007 fue tan frío que lo que me pasó me dejó vacía, y qué mejor que llenar las penas con chocolates y comida casera. Cuando llegó la primavera y el Sol comenzó a quedarse un rato más conmigo, lo peor había pasado.

Una no se da cuenta de que cuando sube de peso desmedidamente pierde otras cosas. Basta con encontrar remeras sueltas para disimular y seguir comiendo. Es tan placentero ese momento que parece que se llena un agujero negro. Así se fueron al fondo del cajón las remeras ajustadas y escotadas, y los vestidos provocadores.

Me dejé, me dejé estar. Cada tanto me miraba y encontraba un rollo nuevo, pero qué importaba. Claro que siempre hay límites, tampoco me convertí en una bola de boliche che! Simplemente me rellené.

Un día me di cuenta que ya la gente no me miraba por la calle, que los hombres jóvenes rara vez lanzaban una mirada tentativa y que los piropos sólo venían de los obreros que estaban en un descanso. Algo pasaba.

Yo no sirvo para las dietas. Eso de pesar cada gramo, planificar cada comida es un fiasco. Nunca pude llevar adelante una dieta equilibrada como era debido. A mediados del año pasado fui por primera vez a una nutricionista, pero el papel duró colgado en la pared 40 veces más que el tiempo que le presté atención.

Pasaron tres veranos desde ese invierno de 2007. Ropa suelta, hombros al aire, polleras que pasaron de minis a polleras comunes. Todo cambió en mi vestuario. Hasta ahora.

Voy a ser redundante en muchas cosas hasta que describa la totalidad de mi crecimiento. Como dice mi perfil, me estoy redescubriendo. Desechando lo malo, perfeccionando lo bueno. Si todo lo feo aparece por algo, estoy segura que no tiene que pasar inadvertido. Ya bajé 4,5 kilos desde que decidí cambiar. Y no es por hacerme la linda, pero...me siento divina.
La ropa que ya no me entraba, calza perfecto al límite de quedar suelta. Volví a las polleritas y los vestiditos, desempolvé los aros, emprolijé el pelo y le saqué las telarañas a los zapatos. Ahora me vuelven a mirar lo que habían dejado de hacerlo y me siento deseada. Verse linda por fuera implica también sentirse bien por dentro. De nada me serviría bajar de peso y seguir pensando igual.
Con todo esto estoy lejos de convocar a una "anorexeada" masiva. Todo lo contrario. Lo que hay que buscar es un equilibro. No todo es blanco o negro, los grises son más armoniosos y también combinan con todo. La medida justa es la de una, no hay recetas a seguir.
Hoy no podría estar más linda si por dentro no me sintiera segura de mi. Al que no le guste, que no mire. Yo soy así.

martes, 9 de febrero de 2010

Feli-calendario

Yo: ¿Este calendario viene con felicidad?

Vendedor: Mmmm....no.

Yo: Ah, bueno ¿Entonces me da un ejemplar de "Cuando lo peor haya pasado" de Pablo Ramos?

Vendedor: Sí como no ¿Es para regalo?

Yo: No, es para mi.

domingo, 7 de febrero de 2010

Parteras en el Norte: tiempo para nacer


Nota publicada en Urban@s en Red


Florencia Mallagray (foto) nació en Jujuy hace 30 años. Se recibió de abogada en la Universidad Nacional de Tucumán en el 2002, y luego se mudó a Buenos Aires para desarrollar su carrera como actriz. Mientras su cuerpo estaba a kilómetros de su provincia natal, su mente seguía viviendo y sintiendo las costumbres de su Tierra. Al tiempo que indagaba acerca de las relaciones entre mujeres, siguió estudiando y se recibió de periodista a fines del 2009. Para entonces, el documental “Parteras del Norte” ya tenía escrito su destino. Esta investigación audiovisual sobre el oficio de las parteras en la provincia de Jujuy se debió postergar por falta de presupuesto. Desde entonces, Mallagray espera su propia experiencia.

P- ¿Cómo surgió “Parteras del Norte”?

Mallagray-
A partir de una investigación sobre los vínculos que se generan entre mujeres. La mujer ayudando a la mujer y trabajando en círculos. Comenzamos estudiando a la menstruación como hecho social, en distintas culturas y en la actualidad. Analizando las connotaciones negativas que rodean el sangrado femenino en nuestra cultura y comparándolo con el significado sagrado que tenía en antiguas culturas, su relación con la tierra, sus ciclos y la capacidad de dar vida. De esta forma llegamos a las parteras, que son mujeres que acompañan, contienen y se entregan en cada nacimiento. Es un vínculo de género…

P- ¿Qué importancia tiene para la sociedad que sigan existiendo personas que ayuden a nacer?

M-
La partera es la persona que acompaña no sólo durante el trabajo de parto sino también durante todo el embarazo. No es un ayudante más del médico, es la mujer que contiene a la mamá, que tiene un rol de nexo entre ellos. Y por sobre todas las cosas es quien tiene la capacidad de hacer esperar el nacimiento, la paciencia. Antiguamente las parteras, eran también las curanderas de la comunidad. En épocas de la inquisición fueron quemadas por ser consideradas brujas y durante tres siglos el oficio estuvo en las sombras. En la actualidad la figura de la partera también se está perdiendo. Si bien ya no las queman, están siendo suplantadas por enfermeras o médicos residentes. Las escuelas de parteras que había en el país se cerraron hace 40 años y se fue perdiendo el oficio paulatinamente. Hoy no hay cargos de parteras, no hay tiempos de espera y hay cada vez menos paciencia.

P- ¿Por qué te centraste en las parteras de Jujuy?

M-
En Jujuy la cultura ancestral coya y guaraní aún está muy presente y viva. En medio de la Quebrada se percibe muy a flor de piel la fuerza de lo natural. El relato de una mujer coya que cuenta como dio a luz a cinco hijos en su rancho, ayudada por su marido, es muy contundente y nos hace reflexionar sobre la forma de parir en la ciudad, sobre los beneficios y desventajas de la tecnología.

P- Las parteras son parte de una costumbre que lleva muchos años, pero que pocos saben que sigue existiendo ¿Por qué creés que se las ha ido marginando?

M-
El miedo es uno de los principales motivos. El auge de las especialidades es otro, y coincide con el cierre de escuelas de parteras y la transición de los partos domiciliarios a las clínicas. A partir de ese momento, el parto comienza a ser medicalizado cada vez más. Si bien se redujo el índice de mortalidad materna, el exceso de medicalización y la falta de parteras han aumentado los índices de cesárea. Han hecho que la mujer pierda confianza en su propia capacidad de parir.

P- ¿A qué se debe el gran aumento de cesáreas?

M-
El aumento de cesáreas se debe a muchos factores: la falta de tiempo o espera del proceso de nacimiento por parte de las clínicas, enfermeras y médicos, la presión de los médicos por temor a los juicios de mala praxis, la falta de parteras y el creciente miedo de las mujeres a parir naturalmente. El mensaje cambiado que reciben las mamás es “prefiero cesárea para evitar el dolor o para no sufrir yo o el bebé”. En realidad no se difunde que la cesárea es una cirugía mayor, siendo la recuperación mucho más lenta y dolorosa que la de un parto natural. No es cierto que se pague más por una cesárea que por un parto, pero por el tiempo que toma y el menor riesgo que tiene para el médico la cesárea, las terminan provocando innecesariamente.

P- ¿Cómo sobreviven las parteras?

M-
Durante el rodaje nos sorprendimos con un dato curioso: en la ciudad de San Salvador, capital de la provincia de Jujuy, el índice de cesárea es de 7 de cada 10 partos. Un promedio que se repite en otras capitales del país, en donde hay acceso a clínicas y hospitales. Mientras, en el hospital de la localidad de Abra Pampa, capital de la Puna jujeña, donde no hay quirófano para operar y la maternidad está manejada sólo por cinco parteras, el promedio de cesáreas es una de cada 100.

P- ¿Cómo es la relación de las parteras con los médicos?

M-
Si el sistema estuviera bien articulado la relación debiera ser complementaria. La partera es la que acompaña la mayor cantidad de horas a la mamá y el médico debería llegar para el momento del parto. El problema es que paulatinamente se ha dejado de lado la función de la partera.

P- ¿Qué lugar ocupa el aprendizaje de la salud sexual y reproductiva en el norte? ¿Cómo ayuda esto a las parteras?

M-
La quebrada conserva mucha tradición transmitida de generación en generación. Falta mucha información respecto a salud sexual y reproductiva. Los puestos de salud no abundan y las mujeres comienzan a tener hijos con la primera menstruación y terminan con la menopausia. En general, las mujeres campesinas tienen mucha resistencia para ir a parir al hospital, por eso en su mayoría prefieren parir en el rancho ayudadas por la partera o comadrona de la zona. En lugares de cultura aborigen de Brasil, que presentaban esta misma situación, se mejoró la salud materno-infantil instruyendo con reglas sanitarias básicas a las parteras empíricas que contaban con la confianza de las mujeres de su comunidad. Éstas operaron como nexo entre su comunidad y los hospitales en casos de alto riesgo, y se redujo la mortalidad materna significativamente.

P- Estás llegando al octavo mes de embarazo y decidiste tener a tu hija con la ayuda de una partera ¿Por qué? ¿Cuánto influyó tu investigación?

M-
A raíz de esta investigación, se fortaleció mi confianza en el cuerpo y en la capacidad de parir que tenemos las mujeres. Estoy con un equipo de partera y médica que se dedican a hacer partos domiciliarios y partos respetados en instituciones, es decir, sin anestesia. Yo elegí esta segunda opción. Un parto en una sala de preparto, no en un quirófano, en el que se genera un ambiente íntimo, similar al de casa pero con la seguridad de estar en la clínica por cualquier urgencia. Ésta es la diferencia básica de un parto respetado y un parto invasivo. Hay libertad de movimiento, elección de postura para parir, acompañada por las personas que vos decidas y con música que vos lleves. Son pequeños cambios que no requieren de una inversión tecnológica, sino de un buen trato humano. Sin desmerecer la tecnología. Creo que ése es el equilibrio que a mí me deja tranquila. La cuestión pasa por ahí, que cada mamá tenga el parto con las condiciones que ella necesita para estar tranquila

P- “Parteras del Norte” está en proceso aún y tenés un blog de promoción ¿Qué es lo que falta?

M-
Es un trabajo hecho a pulmón. Falta la parte de edición que requiere de más técnica y arte. Básicamente necesitamos un sponsor que nos ayude a terminar el trabajo y nos posibilite hacer un buen número de copias para distribuirlo. Necesitamos que las marcas e instituciones que deseen ayudar a transmitir nuestro mensaje se sumen al equipo con el aporte que puedan, para que “Parteras del Norte” vea la luz y pueda despertar confianza en muchas mujeres más, tanto como lo hizo conmigo.

viernes, 5 de febrero de 2010

Momentos íntimos

En estos días, en que estoy aprendiendo a mimarme y cuidarme, así como hacía antes, estoy descubriendo que puedo hacer muchas cosas sola y pasarla más bien. Ayer por primera vez fui al cine y pedí en boletería un -solo- ticket. La decisión fue como una explosión, estaba podrida de pensar, de estar en casa y de escuchar música que levanta recuerdos de los subsuelos. Agarré la cartera y salí con apenas un saludo.

Hay otras cosas que una puede hacer sola, como por ejemplo cuidarse. En el sentido más amplio que pueda tener esa palabra. Eso va desde arreglarse, pintarse, cuidarse el pelo, el cuerpo, bajar los kilos de más (es increíble cómo la voluntad logra milagros), leer, crear momentos de intimidad con unx mismx. Creo que todo se trata de eso, de ponerle ganas a lo que uno hace, sin importar lo que haga. Hay límites, hacerse daño y dañar a un tercero es un ejemplo. Una regla infranqueable.

Agarré la película ya empezada. No tenía idea de qué había en cartel, solo pedí un boleto para lo primero que estuviera en el cronograma. El cine estaba vacío, es uno de los cines históricos que sobreviven al paso del tiempo en la avenida Corrientes. Entrar ahi es como meterse en una cápsula del tiempo y viajar a los 80' y por qué no 70'. Subí a las apuradas y disfruté de los más de 90 minutos que dura Nine. No soy fanática de los musicales. Me gustan, pero en general no los pongo dentro de mis primeras elecciones. Tiene muy buenos momentos, y las actrices están más que divinas en sus momentos de gloria. Me encanta Marion Cotillard, con esos ojos profundos y esa sonrisa entre inocente y pícara. Ya me había deslumbrado en Piaf. Tiene dos canciones, la primera "Mi marido hace películas" en donde da cuenta de una relación subsumida en la actividad profesional de Guido, el guionista cinematográfico, mujeriego y descarriado que interpreta Daniel Day-Lewis. La segunda canción es mucho más corta, pero la interpreta como nadie. Se llama "Llévatelo todo". Me pregunto qué memoria emotiva usará para sacar de adentro tanto rencor.

Abajo copio el video de ese momento de la película, que por lo visto fue cortada de una traducción al español. Es lo que hay.



miércoles, 3 de febrero de 2010

Mi pequeño pony rosa

Cuando tenía 4 años mi mamá me regaló un Pequeño Pony rosa. Lo llevaba a todos lados, incluso lo usé para una especie de producción de fotos en una de las plazas porteñas. Ya no existen los fotógrafos de plaza. Una noche, camino a casa, me quedé dormida sobre el regazo de mi mamá en el colectivo. No recuerdo mucho más de ese momento, solo sé que cuando me di cuenta, el Pequeño Pony no estaba más. Me lo había olvidado.
De adolescente me interesaban otras cosas, adoraba arreglarme, usar aros, vestir con polleras y musculosas, pero nunca me olvidé del pony. Era imposible, en el living de casa un retrato me recordaba todos los días lo que había perdido. Paradojas de la vida, siempre recuerdo lo que pierdo, más no lo que gano.
Con el tiempo decidí que alguien debería estar cansado/a de tener un Pequeño Pony rosa producción 1982. Empecé a buscar como quien no quiere la cosa: en jugueterías retro, anticuarios, ferias y hasta en internet. Descubrí que hay mucha gente que los colecciona, tampoco para tanto, yo sólo quería mi pony rosa. No faltaba el comentario consolador que me decía "vamos a una juguetería, ahi deben vender". No, no quería las versiones del nuevo milenio de los Pony, no los quiero. Ahora vienen floggerizados, llenos de brillo, los razgos de la cara son diferentes, y además, ninguno se parecería al que perdí a los 4 años.
De paseo por el Mercado de las Pulgas, en diciembre del año pasado, encontré un pony de la misma camada, pero lila. Lo pensé, di vueltas, fui, volví, y finalmente lo compré. Casi como un premio consuelo me conformé con haber encontrado al hermano gemelo. Me resigné con lo similar, y seguí mi camino mirando y comparando la foto con el pony.
A comienzos de enero, mientras chusmeaba en subastas de un sitio de internet, vi que alguien vendía un pony. Decidí entrar para ver si por casualidad tenía mi Pequeño Pony rosa. Ahi estaba, lo vi. Llamé a gritos a mi mamá para preguntarle si era ese, y ante la positiva no dudé en comprarlo. Ahi redescubrí que cuando uno menos lo espera, lo que debe y quiere estar con una/o vuelve.
Pasaron dos semanas para ir a buscarlo, hasta que ayer fui y dije: "vengo por mi pony". Es cierto, lo dije así. El señor que tenía que entregármelo estaba a los gritos por una cuestión de trabajo, pero nada me importaba. Yo quería MI pony rosa. Me lo mostró, lo vi, era el mismo. Le di su dinero, me despedí, y empecé a caminar por la calle con mi bolsa azul con una sonrisa infantil. Como la que descubre el regalo que le pidió a Papá Noel.